viernes, 26 de junio de 2009

El caso McLaren y la estupidez humana



Publicado en Expansión el 15-04-08 por Ignacio García de Leániz


¿Cómo es posible perder el Campeonato Mundial de F1 cuando quedan únicamente dos grandes premios y llevas varios puntos de ventaja sobre tu perseguidor? ¿Cómo explicar que tus pilotos se enzarcen durante toda la temporada en un juego autodestructivo y que la FIA te elimine del Mundial de Constructores por un bochornoso caso de espionaje industrial? Para responder a tanto enigma podemos acudir a las leyes que elaboró el economista italiano Carlo María Cipolla en su ensayo sobre la estupidez humana.Ley Primera: Una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otros sin obtener ninguna ganancia e incluso provocándose daño a sí misma. Si repasamos la gestión de Dennis, no hay duda de que merece incluirse en los casos aquí previstos. Con su conducta perdieron todos, incluidos los patrocinadores. Recordemos como en el GP de Mónaco, Dennis impidió a Hamilton adelantar a Alonso, mientras que en Estados Unidos hizo que aquél copiara los reglajes de éste. Recuérdese también cómo en las pruebas de Hungría, Dennis ordenó a Alonso que frenara bloqueando al inglés, lo que llevó a la FIA a penalizar a McLaren sin puntuar y a Alonso a perder seis puestos vitales. Las filias y fobias de Dennis, su confusión entre medidas rectoras y de apoyo, su ejercicio arbitrario del poder y la dejación de autoridad en los momentos críticos resultan un perfecto ejemplo de mismanagement, sinónimo siempre de la estupidez misma. Frente a ello, Ferrari resultó ser el gran beneficiado gracias a la lección de inteligencia cooperativa de Jean Todt, quien gestionó sin estridencias un tándem de menor potencial como era el de Räikkönen-Massa: todos obtuvieron cumplida recompensa, incluida la propia escudería de Maranello.ContagioSin embargo, el comportamiento autodestructivo de McLaren no se debe sólo a Dennis. Como intuyó Cipolla, y comprobamos a menudo en las organizaciones, la estupidez de un líder es contagiosa. Así, no podemos juzgar de otra manera la conducción de Hamilton forzando su monoplaza en Shangai, cuando le bastaba quedar en un séptimo lugar. Lo mismo con su final en Interlagos, donde imprudentemente echó a perder su cómoda posición de salida. Tampoco el propio Alonso ha podido evitar tal espiral de estupidez haciendo gala durante la temporada de un comportamiento escasamente inteligente y cayendo en el juego de la destrucción mutua, lo que le hizo perder su antigua corona mundial, un posible subcampeonato y la expulsión de McLaren tras su torpe actuación en Brasil, más pendiente de Hamilton que de Massa y Räikkönen. Todo ello nos lleva a otro axioma que Cipolla formuló así:Ley segunda: La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica suya, incluido su cargo. En nuestro caso se cumple al pie de la letra, lo que explica que personas de la valía, experiencia y trayectoria de Dennis, Alonso y Hamilton no quedaran inmunizadas contra la citada estupidez.A poco que reflexionemos veremos que, desgraciadamente, el caso McLaren se repite a menudo en nuestras empresas y equipos de trabajo. ¿Qué hacer entonces para prevenirnos frente a esa estupidez que no sabe de cargos, jerarquías y aptitudes y en la cual todos podemos caer de manera más o menos inconsciente? Tal vez la respuesta la encontremos en la ya lejana observación de Ortega de que la diferencia entre un inteligente y un necio es que el primero se sabe siempre al borde de la necedad y procura siempre dar un paso para no caer en ella. Jean Todt parecía conocerlo muy bien y eso explica que la escudería del cavallino rampante alcanzara otro Mundial, Räikkönen se coronase campeón y Massa renovara hasta el 2010. Ahí es nada.

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