
Publicado en La Gaceta de los Negocios, 25/04/09 por Ignacio García de Leániz
SI cada época histórica se define por su relación con la verdad, no puede decirse que la nuestra sea especialmente afortunada. De ahí que el descubrimiento escandaloso que suscita esta crisis económica sea el del papel central que la mentira juega en su origen y desarrollo. No es tanto la codicia humana, sino la falsificación de lo real y el desprecio por la verdad lo que está a la base misma de este colapso financiero. Y es que hasta ahora creíamos poder coquetear gratuitamente con el relativismo intelectual tan de moda, siempre y cuando la verdad financiera se preservara inmune y tuviéramos una última instancia de veracidad, se llamase Arthur Andersen o el Banco Central de turno. Entonces, ¿nos extraña esta crisis donde se confunden los dólares o euros pensados con los reales y estos a su vez con los codiciados? ¿No era cuestión de tiempo que llegara el día en que la contabilidad dejara de contar, sustituida por ingenierías financieras bien creativas, donde creatividad equivale a mentir pura y llanamente? Por eso desapareció del mapa un Arthur Andersen en el affaire Enron, como preanunciando lo que iba a venir y ciertamente ha venido. Por eso nadie sabe la dimensión real de este gran agujero negro en el que parece regir aquel viejo axioma lógico de ex falso sequitur quodlibet, “de lo falso se sigue cualquier cosa”. Y “cualquier cosa” puede ser, por ejemplo, os nueve mil millones de euros que supone el rescate de la Caja de Ahorros de Castilla-La Mancha, que anticipa para septiembre la bancarrota de tantas otras cajas nuestras, la pasividad inspectora del Banco de España, la quiebra misma de Lehman Brothers, la situación real de la banca suiza, las andanzas de Madoff, etc... Es pues esa gran mentira institucional subyacente la que otorga el carácter delirante, esta gran depresión en la que nos hallamos, en la que ya nadie se fía de nadie y donde un banquero niega que un ciudadano tenga derecho a saber si su banco va o no a acudir a fondos públicos, no sea que ello cause “daño reputacional”. A esto hemos llegado sin que nadie se atreva a decir esta boca es mía. Claro que si queremos plantar cara a toda esta mentira, habrá que preguntarse también para qué han servido tantas inversiones tan costosas de las empresas —también de la banca— en unos sistemas de información gerencial (EIS) tan sofisticados que han informado de todo menos de lo que tenían que informar. Y también habría que hablar de cómo las políticas retributivas del último decenio, con sus bonus y variables ligados a unos objetivos bien peculiares, han forzado a que los cuadros directivos e intermedios se instalaran en la mentira funcional y vital para hacerse dignos de unas retribuciones impensables en épocas más verdaderas. Y decir de paso que nunca había sido tan grande el gap entre los sueldos directivos y las retribuciones restantes. Y añadir que nunca este dato se ha ocultado tanto, como tantas otras cosas en esta gran impostura. ¿Extraña entonces que se haya producido algo ciertamente inédito en la historia empresarial y financiera como es esta crisis generalizada de confianza en el otro, sea tomador, prestatario, cliente o proveedor? A lo mejor era necesario para comprobar que el precio de la impostura supone la devaluación de la fe en el otro y la bancarrota de todos. Y que de lo falso se sigue cualquier cosa: por ejemplo, pesadillas como esta.
Estimado Ignacio,
ResponderEliminarMagnifico artículo sobre la mentira en a "Propósito de Elly".
He estado repasando la hemoroteca y no encuentro quien puede ser el banquero citado en la mensión que haces en otro artículo “…. Es pues esa gran mentira institucional subyacente la que otorga el carácter delirante, esta gran depresión en la que nos hallamos, en la que ya nadie se fía de nadie y donde un banquero niega que un ciudadano tenga derecho a saber si su banco va o no a acudir a fondos públicos, no sea que ello cause “daño reputacional”. A esto hemos llegado sin que nadie se atreva a decir esta boca es mía….”
¿Quien es el banquero y cuando lo dijo? Muchas gracias, Tanako Togores