lunes, 18 de mayo de 2009

Gran Torino, elogio del trabajo gustoso


Publicado en Expansión por Ignacio García de Leániz-



De entre las muchas reflexiones que ha suscitado la última película del gran Eastwood ha pasado inadvertida aquella que hace referencia a un tema crucial en el cine de nuestro mejor director vivo: la reivindicación de la obra bien hecha y la subsiguiente recuperación del orgullo por la tarea. Y es que Gran Torino nos lega como testamento vital, ya desde su título mismo, una lúcida indagación sobre el trabajo, la calidad y la satisfacción laboral, o, con otras palabras, aquello que Juan Ramón Jiménez llamaría sencillamente el "trabajo gustoso". Todo ello muy oportuno –siempre lo es Clint Eastwood– cuando asistimos al deterioro crepuscular de la industria de Detroit y esperamos más temprano que tarde la quiebra definitiva de los tres gigantes de la automoción americana.
Reencuentro profesional En efecto: ¿qué le queda a nuestro viejo Walt Kowalski, jubilado, antiguo combatiente en Corea y operario de Ford en su cadena de montaje de Detroit, ahora que ha perdido a su esposa? Le queda precisamente aquello que corona orgullosamente su modesto jardín: esa maravilla de diseño y prestaciones que fue el Ford modelo Gran Torino que salió al mercado con tanto éxito en 1972.
Como artífice que fue del automóvil en su proceso de producción –montaba sus ejes– Kowalski siente hacia "su" coche un sentimiento de propiedad artesanal que nos remite a una tarea dotada de sentido y enriquecimiento (job enrichment) que ha desaparecido desgraciadamente en los últimos decenios. Por eso hay una nostalgia en toda la película por aquellos tiempos en los que el trabajo perfeccionaba tanto al objeto (el coche) como al sujeto (el propio Kowalski), haciendo mejor el mundo.
Pero como todo héroe de Eastwood, Kowalski no rehuirá el futuro. El encuentro con Thao, su joven y ocioso vecino mong, a punto de caer en las bandas juveniles dominadas por el tedio, le ofrece una posibilidad única de transmitir todo su conocimiento y experiencia profesionales. Se convertirá así en mentor del joven asiático, llevándolo desde el ocio estéril al mundo del trabajo responsable, primero en su jardín, luego en la construcción. Thao aprenderá, contemplando el artesanal taller del garaje de Kowaslki, el gusto por el trabajo bien hecho y cómo de él se derivan prodigios tan flamantes como ese Gran Torino, modelo 72.

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